Versión extensa de un artículo originalmente publicado en Razón Pública, Febrero 19, 2012.

La estrategia militar que ha dominado la política de seguridad en Colombia se ha mostrado incapaz de crear las condiciones mínimas para que el proceso de restitución de tierras sea exitoso y al mismo tiempo garantice la seguridad de los reclamantes. Este artículo propone la adopción de un nuevo enfoque que permite crear los fundamentos necesarios para la terminación de la violencia y la creación de un Estado de Paz.

Del control militar a la consolidación estatal

Los despojos masivos de tierras perpetrados durante los años noventas y el primer lustro de la década pasada –en su mayoría cometidos por fuerzas paramilitares- pueden ser entendidos como el resultado de la falta de control territorial por parte del Estado colombiano. En la actualidad la falta de control territorial, así mismo, es una de las mayores amenazas para la implementación efectiva de los procesos de restitución de los predios despojados. La ausencia de un verdadero control del Estado en las zonas donde se concentró el despojo, pone en peligro la vida de las personas involucradas en estos procesos y, además, cuestiona la seguridad del país en general.

El Plan Nacional de Consolidación[1] está diseñado justamente para enfrentar  este problema. En teoría se trata de  un documento muy valioso e innovador en su manera de lidiar con  el conflicto armado en Colombia de manera holística. Sin embargo, el marcado enfoque militar que acusa en su implementación no solamente limita su utilidad, sino que pone en riesgo la sostenibilidad de la intervención; e igualmente, resta legitimidad a los esfuerzos de consolidación.

Es más, la política de consolidación empieza por el lado equivocado.  Como han comentado varios representantes de la sociedad civil y otros expertos[2], no hay nada por consolidar porque aún no se ha logrado establecer el control que se pretende mantener.

En otras palabras, no se trata tanto de consolidar un mero control territorial. Más bien se trata, o debe tratarse, de establecer y consolidar la presencia legítima del Estado; pero no de  cualquier tipo de Estado, sino de un Estado de paz.

Un problema estructural

El problema radica en que la construcción del Estado Colombiano moderno no ha sido solamente el resultado, sino que su configuración ha estado en función del conflicto armado. El nuestro es, entonces, es un país cimentado sobre una infraestructura de guerra.

En todo caso, ello no es nada raro y tampoco es algo necesariamente deplorable. No obstante, sobre una infraestructura de guerra en la que predomina una lógica de confrontación contra enemigos internos, y se hace patente una  división de  ciudadanos entre enemigos y cofrades,  se desarrolla un país de conflictos.

Dicho de otra forma, hay que crear un fundamento estatal basado en la lógica de la paz y no en la lógica de la guerra. Colombia necesita perentoriamente una infraestructura de paz.

Los fundamentos de un Estado de Paz

¿Qué es una infraestructura de paz? Este término, introducido por el renombrado John Paul Lederach en 1997[2], y promovido por ex Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan[3], hace referencia al desarrollo de mecanismos incluyentes e institucionalizados para la cooperación entre diferentes actores de todos los niveles de la sociedad, para la construcción de paz y la prevención de nuevos conflictos mediante el enfoque de solución de problemas cooperativo[4].

En otras palabras, el concepto de “Infraestructura para la Paz” propone la creación de una política de paz que va mucho más allá de la confrontación armada y que, en su lugar, establece los espacios y mecanismos institucionalizados necesarios para el diálogo ciudadano y la resolución pacífica de conflictos. Es además una estrategia que empodera el individuo porque transfiere la responsabilidad del desarrollo del país a los ciudadanos y reduce el poder de los actores armados (de los estatales y de los no-estatales)[3].

Si bien este es un concepto nuevo y poco desarrollado, conviene explorar detenidamente sus postulados y su eventual aplicación en el contexto colombiano. Haciendo gala de cierta creatividad académica, es posible establecer una comparación con otros sectores del Estado, como por ejemplo con la política de salud; al hacer esto es posible aventurar cuáles podrían ser las directrices básicas de una infraestructura de paz:

La construcción de una infraestructura para la paz es, entonces, una política trasversal, multifacética y de largo plazo. Al igual que con la política de salud, tiene que considerar la construcción de los lugares físicos para la atención al público: clínicas locales y hospitales regionales  –en lo que concierne a la infraestructura de salud-, se traducen en consejos  locales y regionales para la prevención y resolución de conflictos comunitarios. Así mismo, las enfermeras escolares y la formación básica en salud y en bienestar, se traduce en la integración de la enseñanza escolar de la no-violencia y la solución de conflictos, como también en la existencia de personas encargadas de fomentar la convivencia pacífica en los colegios. La investigación de carácter estatal y privado sobre los asuntos de la paz y la convivencia pacífica debe ser promovida de la misma forma como se fomentan los estudios sobre nuevas enfermedades y el progreso de nuevos tratamientos. Se requiere también la formación de funcionarios públicos, estrategias  nacionales de emergencia y la creación de una nueva cultura política que encuentre en las maneras pacíficas el camino adecuado para la tramitación de conflictos la y reivindicación de las más variadas reclamaciones.

De esta manera, tenemos que construir una infraestructura que conecte todos los niveles (dimensión vertical) y sectores (dimensión horizontal) del Estado –sociedad civil, ONGs, etc-. No es una tarea nada fácil, que además, requiere de la asignación suficiente y prolongada de recursos públicos. A pesar de los múltiples desafíos que enfrenta, la construcción de un Estado de Paz no es una utopía; pues, además, no tenemos que empezar de cero.

Retos y posibilidades

No todos los países con conflictos internos pueden optar por esta opción. La construcción de una infraestructura para la paz requiere de una estabilidad estatal suficiente, tanto en términos institucionales como económicos, para crear, mantener y mejorar de forma continua los servicios básicos necesarios para garantizar la seguridad humana. Si bien es un reto enorme, Colombia  sin duda posee la capacidad para embarcarse en esta nueva ruta hacia un Estado de paz.

Los laboratorios de paz, por ejemplo, constituyen un intento de diversas organizaciones sociales, de la comunidad Internacional (Unión Europea) y del gobierno colombiano para “enfrentar las causas estructurales del conflicto a nivel local” [4]. Se trata de experimentos de construcción de paz de carácter multidisciplinario y de metodología participativa que, han tenido resultados halagüeños.

En el nivel nacional, Colombia cuenta con un muy afianzado entramado institucional que se ocupa de los temas de paz. El recientemente creado Departamento para la Prosperidad Social (DPS) y la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), por ejemplo, son dos de las entidades gubernamentales centrales en esta materia. Colombia, entonces, ya cuenta con algunas iniciativas gubernamentales que se acercan o pueden ser capitalizadas para la creación de una infraestructura para la paz.

Sin embargo, la falta de una estrategia nacional que incorpore y capitalice los avances previos, y que al mismo tiempo cuente con la capacidad de planificar en el largo plazo y que tenga un alcance nacional, reduce los efectos a logros temporales y geográficamente limitados. El punto crucial acá consiste en que más allá de los impactos que individualmente arrojen diversos programas estatales, es menester elaborar una estrategia más holística y consolidada que unifique todos los esfuerzos oficiales en estos asuntos

Dicho de otra forma, si bien tenemos que crear una política de paz incluyente y participativa, con en un enfoque  en lo local, también  tiene que haber un claro liderazgo nacional con una visión amplia e innovadora.

¿El devenir de un enfoque modelo?

El agotamiento de la estrategia militar ya no necesita más evidencia. Ha llegado la hora de explorar un nuevo enfoque. Colombia tiene los recursos y la capacidad para liderar el desarrollo de esta nueva perspectiva que tiene como fin la construcción de una infraestructura de paz sólida. Este enfoque, además, podría volverse un modelo para todos los países que están lidiando con conflictos complejos y prolongados.

Así pues, el incentivo político más importante para el desarrollo de un modelo tal es la acuciante necesidad de crear las condiciones para la implementación del proceso de restitución de tierras, sin poner en riesgo a los reclamantes y sus voceros, o sin echar las semillas de nuevos conflictos.

Eso quiere decir que la construcción de una infraestructura de paz no se trata de una posibilidad abstracta sino de  una necesidad concreta y urgente. Solo así podremos crear un futuro Estado de Paz.

 


[1] Centro de Coordinación de Acción Integral, et al., 2010. Reporte ejecutivo Plan Nacional de Consolidación. [En línea], disponible en: http://www.accionsocial.gov.co/documentos/Reporte_Eject_PNC_2010_Vf.pdf

[2] Por ejemplo, durante la Segunda Jornada de Reflexión sobre los Avances e Iniciativas en Propuestas de Paz de la Asamblea permanente de la Sociedad Civil por la Paz (22 de noviembre, 2011, CINEP)

[3] Frost, Emilia, 2012. Necesitamos Invertir en una infraestructura para la paz. [En línea], CERAC Opina disponible en: http://blog.cerac.org.co/

[4] Henríquez, M.B., 2009. “El laboratorio de Paz en Magdalena Medio: ¿un verdadero laboratorio de paz?” en Restrepo, J.A., y Aponte, A., Guerra y Violencia en Colombia. Herramientas e interpretaciones. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana. pp. 501-539

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