Por:

Jorge A. Restrepo

Una tesis original e incisiva: La concentración de poder causó la muerte de Cano, pero las FARC hace mucho están federalizadas, desvertebradas y –como prueban las circunstancias de esta muerte– muy debilitadas. Un análisis juicioso de cómo y por qué se produjo la derrota estratégica de esta organización, de por qué continúa la violencia y del cambio necesario en la política hacia la negociación con los frentes de cada región.

Liderazgo riesgoso

La muerte de Alfonso Cano, líder único de las FARC, representa para muchos el fin de la historia de las guerrillas en Colombia y el fin del conflicto armado interno. No hay tal.

Aun cuando este es un golpe militar que parte en dos la historia de Colombia y de su conflicto armado —pues se trata de la primera vez que las FARC ven morir a su líder en combate— su impacto no alcanza para siquiera augurar un pronto desenlace a la historia de la violencia guerrillera en el país.

La gran apuesta de las FARC —incluso antes de la muerte de Marulanda— consistió en consolidar en un sólo hombre su liderazgo político, la autoridad de comando y el control de la organización, por contraposición a la estructura de reemplazos y de decisión colectiva que tradicionalmente había acompañado el mito fundacional de su líder histórico, quien casaba y resolvía cualquier disputa.

Las FARC de Marulanda eran una organización que, pese a su estructura jerárquica y gracias a la existencia de estructuras logísticas y militares “nacionales”, mantenía de manera simultánea una gran flexibilidad operativa y un férreo control por parte del Secretariado.

Con este órgano de decisión colectivo funcionando, era prácticamente imposible lograr su destrucción por medios militares: la gran capacidad de reemplazo de los líderes y la incapacidad de interrumpir la cadena de mando impedía atacar con recursos limitados un objetivo de múltiples cabezas. Como siempre se dijo, bajo este tipo de estructura el tiempo operaba a favor de las FARC.

El gran cambio

La decisión de abandonar tal estructura de mando y de reemplazos se explica de manera inmediata por las dificultades que imponían los avances de la contrainsurgencia para las comunicaciones y la logística de la organización, y terminó siendo la única salida para la falta de movilidad organizacional y las continuas crisis internas por el poder, los recursos y la conducción de las FARC. La disciplina del fusilamiento mostró sus límites. La desaparición de Marulanda mostró la necesidad de un recurso de casación.

El mando único de Cano —planeado desde mucho antes de la muerte de Tirofijo, Jojoy y Reyes — terminó siendo la forma más expedita para resolver los conflictos y debates internos, ante la incapacidad de resolverlos colectivamente o a través de balances de poder, militares o económicos.

Así, el pulso de poder que Cano le ganó a sus pares dentro del Secretariado terminó siendo su talón de Aquiles, pues al comenzar a consolidarse ese liderazgo unipersonal, se convirtió en objetivo militar de alto valor para el Estado. Al desaparecer, desestructura a las FARC y las lanza a la federalización.

La encrucijada del liderazgo

Y aquí está la principal gran decisión que determinará el futuro de las FARC: la opción por volver a un esquema de liderazgo colectivo con reemplazos o más bien recurrir a un liderazgo unificado de cualquiera de los miembros actuales del Secretariado.

Hoy día es tal la incapacidad de control y comunicación de las FARC que incluso la reedición del modelo de decisión colectiva y el reemplazo dentro del Secretariado no permitirán crear una estructura funcional de control y una disciplina en la organización.

Tampoco se puede esperar que si el Secretariado logra imponerse como organismo de decisión colectivo, pueda ser un órgano funcional capaz de ejecutar una estrategia de acción para las FARC. En últimas, siguen vigentes todas las razones que llevaron a Cano a buscar ser el líder único.

La posibilidad de construir un nuevo liderazgo unificado, cohesivo en lo político y organizacional, y capaz en lo militar, tampoco existe. Ninguno de los “reemplazantes” de Cano tiene la experiencia, conocimiento del terreno, ascendencia, autoridad o carisma de Marulanda, Cano, Reyes o Jojoy, que les permita ejercer dicho liderazgo. Si él fracasó en la tarea, cualquiera de ellos reeditará ese fracaso.

Así, es muy probable que las FARC deriven en una organización aún más débil, federalizada, regionalizada y marginal, consolidando la tendencia que traen de tiempo atrás.

Una muerte elocuente

Hasta hace algunas pocas semanas algunos analistas —con la ayuda de un muy poco riguroso y desinformado ex-presidente— nos han vendido con éxito la idea de que las FARC han renacido. El renacimiento de las FARC, sin embargo, se enfrenta con la realidad de la muerte de su líder: Cano no murió en la forma en que murió por mimetizarse, lo hizo en circunstancias de debilidad.

  • En primer lugar, murió en plena huida. Cano venía haciendo un lento desplazamiento, de años, desde el Huila al Tolima; después vino el salto a Pradera (aprovechando la última liberación de secuestrados gestionada por Colombianos por la Paz), logró cruzar la cordillera central y se dirigía por El Naya y Bolívar, ya en la Cordillera occidental, zona de mineros, comunidades tradicionales, y con presencia paramilitar, buscando llegar al Pacífico.
  • Tanto en el Tolima como en el Valle y en el Cauca, Cano medró por zonas que sin haber sido zonas de asentamiento histórico de las FARC, sí han estado sometidas a su presencia. En ninguna de estas zonas le prestaron el soporte logístico requerido. Su huída fue rápida y pobre.
  • La pobreza de recursos que le acompañó en su muerte dice mucho también de las FARC. La leyenda negra de una guerrilla opulenta no encaja con la situación en la que estaba Cano: pocos recursos materiales y tecnológicos, pocos alimentos, poco dinero con qué transar y comprar apoyos. Su muerte ocurrió de una forma que parece estar muy lejos de como moriría un capo del narcotráfico, de la gran narcoguerrilla que nos vendieron. También lo más lejano de un líder histórico del mayor grupo guerrillero del mundo. Eso sí, tenía muchas memorias, las cuáles sería bueno conocer algún día.
  • Sin armamento. La capacidad de fuego de su grupo de apoyo era relativamente limitada, tanto en términos de munición como del tipo y la cantidad de armamento. Así no se arma la seguridad de un líder de una guerrilla de miles de hombres.
  • Sin anillos de seguridad. Cano, en últimas murió con un reducido grupo de hombres de su cercanía. Los muchos anillos de seguridad, las formas de protección basadas en la impenetrabilidad ya no existen. Así no se protege al líder de un ejército.
  • Sin capacidad de comunicación o respuesta. La comunicación sirve cuando hay respuesta, refuerzos. Claramente, aquí la comunicación no logró generarla. Hoy día las FARC son inmóviles, desarticuladas. No reaccionaron ni cuando estuvo en riesgo su líder.
  • Sin alguien del Secretariado. Cano probablemente iba en busca de otro líder de las FARC, tal vez Catatumbo, quien se ha fortalecido recientemente en el Occidente colombiano, en todo el andén pacífico, mediante alianzas con grupos paramilitares y de narcotraficantes. ¿Iba Cano a buscar protección, a escapar de Colombia o a disciplinarlo?
  • Traicionado. Ya la traición es moneda de cambio en las FARC. Lo importante aquí es que revela la falta de disciplina y cohesión interna.
  • Fuera de un campamento, en una casa campesina. Esto es notorio. El líder de las FARC abandonó la formidable red de campamentos en la que se soportó el liderazgo de las FARC para, sobre esa base, alcanzar una movilidad, que les hacía difíciles de localizar.


La federalización de las FARC

Mi hipótesis supone que este es un reflejo fiel del estado de las FARC: Hoy están más regionalizadas, desestructuradas, marginalizadas y dispersas. Todas estas características, producto de un proceso lento pero seguro de descomposición, se acentuarán en los años venideros, tras la muerte de Cano.

  • La regionalización de las FARC hace referencia a la gran diferenciación geográfica de los frentes y a su inmovilidad. Hoy en día, las FARC del Magdalena Medio —las FARC de Pastor Alape— son muy diferentes de las FARC de Catatumbo, y éstas de las de Arauca o Nariño.

En algunas pocas regiones las FARC mantienen vínculos históricos y familiares con las comunidades; en muchas otras prima la articulación, diversa, con la cadena de rentas del narcotráfico En algunas habrá poder militar, mientras que en la mayoría, este poder está disminuido. Aquí habrá más extorsión y presencia urbana, allá prevalece la presencia selvática.La falta de movilidad geográfica y de articulación es un común denominador: hay pocas excepciones, pues ya ni las columnas móviles lo son. Así, las FARC se han asentado y sus asentamientos son cada vez más los determinantes de lo que hacen y lo que son, no la disciplina, el control, la coordinación o los objetivos.

  • La estructura de las FARC se está perdiendo en esta regionalización donde el control descansa primordialmente en el señor local, el comandante de bloque o frente. Cada vez son menos un ejército y cada vez más son grupos organizados para la explotación de rentas, mediante el ejercicio de la violencia de corte militar.
  • La marginalización, finalmente, hace referencia a cómo esta organización ha terminado en los márgenes del país. No sólo están las FARC, con un par de excepciones, Arauca y Hulla, en regiones aisladas, lejanas y de baja densidad poblacional sino que coinciden con la presencia de poblaciones marginadas del país. Bien en alta montaña, bien en entornos selváticos, las FARC se han alejado de las redes que comunican los centros poblados y de los centros poblados.


La derrota estratégica de las FARC

La muerte de Cano consolida lo que algunos hemos llamado la “derrota estratégica de las FARC”, que si bien se confirma con la muerte de Cano, no se debe únicamente a este hecho: constituye un proceso histórico prolongado y al cual contribuyeron muchos factores, desde la contienda por los recursos del narcotráfico y la costosa escalada de la guerra a tres bandas que las FARC tuvo que librar contra los grupos paramilitares y las fuerzas estatales de 1996 a 2003, hasta los rápidos cambios tecnológicos que jugaron en su contra –las comunicaciones móviles, el acceso a inteligencia técnica y humana por parte de las fuerzas militares, la mayor movilidad de las fuerzas militares y el cierre del aparato internacional de las FARC –.

Otros dos factores fueron definitivos para lograr esta derrota:

  • Primero, el esquema de tributación progresivo, concentrado en grandes patrimonios, que financió la expansión de la presencia y operaciones militares -los llamados “bonos de paz” establecidos en 1996, durante el gobierno de Ernesto Samper-. Desde entonces, la sociedad colombiana se embarcó en una guerra, gran parte de la cual -la de las fuerzas estatales- se financió con un esquema de tributación donde quienes más recibían en materia de seguridad en el largo plazo -terratenientes y grandes propietarios- eran quienes más pagaban por esta seguridad. Esta alineación de incentivos condujo, tal vez por primera vez en Colombia, a un involucramiento generalizado de la llamada sociedad civil y de la “intelligentsia” colombiana en los temas de seguridad y la conducción de la guerra, hasta entonces relegados a una élite ilustrada de la academia.
  • Un segundo elemento fue la continua pérdida de la base de apoyode las FARC, cada vez más estrecha, lo que contribuyó a la marginalización -geográfica y social- de este grupo guerrillero. Como táctica y como estrategia, pero también forzados por el “genocidio político” de la Unión Patriótica, las FARC perdieron su presencia política. Hasta Iván Márquez, el único verdadero cuadro político de las FARC se retiró a sus cuarteles caribeños, no propiamente de invierno.


La violencia de las FARC

La muerte de Cano también reveló que gran parte de la violencia guerrillera sí constituía parte de la estrategia de escape de Cano. Aun cuando es reduccionista verlo así, puede aventurarse que la intensificación del conflicto en Cauca y Valle, que ha ocupado la atención tanto de las fuerzas del Estado como de las FARC, respondió a la lenta fuga frustrada de Cano.

Lo clave aquí es notar que pasamos de una guerra de confrontación y masacres en tres polos durante los noventa, a otra guerra por las redes de infraestructura y la población civil durante la década pasada, y finalmente, a una guerra de “escape” en la actualidad.

En realidad, el conflicto hoy en día con pocas excepciones -y en esto sí coinciden los analistas- es una guerra de acoso donde las Fuerzas Militares tienen la mayor iniciativa. No quiere decir esto que no haya violencia. Al contrario, violencia hay, pero es más unilateral, defensiva, de distracción, que de combate. Se localiza en zonas marginadas, y afecta a poblaciones marginadas, con impactos humanitarios ampliados.

Cambio de juego

Estas tendencias llevarán, a mi juicio, a que las FARC opten por undiscurso de renacimiento -del Secretariado, de la ideología de victimización, de búsqueda de una salida negociada como rechazo a una desmovilización- pero en la realidad la tendencia a su federalización se irá acentuando.

Las FARC migrarán, probablemente, a un liderazgo federalizado donde la autonomía en el uso de recursos y la definición de objetivos militares estratégicos será cada vez mayor.

La ausencia de redes logísticas centralizadas, de coordinación y de control basado en el Secretariado o en un liderazgo nominal consolidará una opción que llevará a las FARC, paradójicamente, a parecerse más a una federación de fuerzas paramilitares con poder violento local que a un grupo insurreccional.


La apuesta de Santos

Nótese que este nuevo juego que supone la muerte de Cano a manos del Estado representa la consolidación del triunfo estratégico del Estado frente a las FARC. En esto, es necesario reconocer que el giro estratégico que dio Santos, en su papel de ministro de Defensa durante el gobierno Uribe fue fundamental: entonces se decidió superar el agotamiento de la política de seguridad mediante una focalización en el liderazgo de las FARC. Y ese ha sido el común denominador de la política de Estado en materia de seguridad en los últimos cinco años.

Esta apuesta tiene costos, claro está. El mayor de los cuales consiste en que al morir Cano muere también la posibilidad de lograr un acuerdo negociado con una organización estructurada basada en un liderazgo unipersonal, como la que él quiso construir -lo que muchos consideraban era en todo caso una quimera-.

Como las condiciones de su muerte lo demuestran, la apuesta de Santos -proseguir la guerra focalizándola en Cano- fue la correcta en términos militares: Cano no tenía lo que se necesita para haber consolidado una posición negociadora de las FARC y llevarla a buen término. Las FARC ya van muy lejos en su curso de federalización. Nótese que por una y otra razón, la salida negociada al conflicto está también mucho más lejos hoy en día.


Mano limpia

Ahora bien, vale la pena también mencionar que el curso de la guerra demuestra que la política anti-insurgente ha sido más exitosa cuando han sido las Fuerzas Militares las que han enfrentado a la guerrilla. El punto aquí es que el triunfo estratégico frente a las FARC ha sido producto de una guerra a muerte, comandada por el Estado, más que una guerra sucia con una mano negra ayudando.

El modelo de la mano negra, que si bien aún existe como lo denunció Santos, nunca logró un avance efectivo contra la guerrilla, y si lo hizo a nivel local, como es el caso del Magdalena Medio, Sucre y Antioquia, fue a un costo humano e institucional inconmensurable, heredándonos para el futuro un panorama de venganzas y expoliación sin mayor beneficio en seguridad. Al no haber sido el paramilitarismo el que propinó este golpe a la guerrilla, ganó el Estado por doble partida.

Para el futuro

Reconocer la federalización y descomposición reciente de las FARC es fundamental para definir una estrategia de cierre con esta guerrilla.

El objetivo principal, hoy en día debería ser la reducción de la violencia: aprovechar la desestructuración de las FARC para explorar la única alternativa no violenta que queda para construir paz: adelantar procesos de cierre regionales con los frentes -federalizados- de esta guerrilla.

Y a partir de ellos, construir, corrijo, “consolidar” estrategias de construcción de paz basadas en ofrecer oportunidades locales y regionales de desarrollo. El tiempo corre, en este caso, en contra del resto de Colombia.

Hoy la política de seguridad debe, de nuevo, reinventarse para lograr negociaciones regionales y procesos de construcción de paz que sirvan de pivote a la consolidación de la paz a nivel local. Sólo así lograremos convertir un triunfo militar en algo que contribuya al fin de las guerrillas, al fin del conflicto y al fin de la insurgencia.

Artículo publicado en razonpublica.com el 13 de Noviembre de 2011

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