Las recientes tensiones entre el gobierno venezolano y el gobierno colombiano parecieron amenazar el curso de los diálogos de paz con las Farc, sin embargo este tipo de problemáticas demuestra que no afectaron ni se afectarán los diálogos. Los  intereses -tanto de las Farc como del gobierno colombiano en este proceso- salvarán la negociación.

Las relaciones entre ambos países atraviesan un momento de inestabilidad en el cual, cualquier evento puede desatar descontentos.

La política interna venezolana se encuentra fuertemente polarizada, lo que está afectando todos sus ámbitos, como lo es el internacional. Este escenario representa para Colombia un riesgo constante, pudiendo ser presionada a que tome partido por alguno de los dos bandos que hoy dividen la política del vecino país.

Un ejemplo de este constante riesgo fue la fuerte reacción que desató el recibimiento por parte del presidente Santos al líder opositor venezolano, Henrique Capriles. Frente a esto, el Presidente Maduro amenazó con revisar el papel que Venezuela cumple en el proceso de negociación. La estrategia de presión del Gobierno venezolano no fue exitosa, no obstante, se retomarón el curso de las relaciones por la vía diplomática.

Es suficiente con señalar tres razones por las cuales, este tipo de eventos, no afectará el curso del proceso de paz:

1)      Los intereses que tienen las partes negociadoras en que el acuerdo se cierre exitosamente las han comprometido cada vez más a continuar en el proceso. Actualmente, los diálogos están en un momento favorable, principalmente con el anuncio del primer acuerdo en materia de desarrollo agrario integral, lo que ha generado un clima de mayor estabilidad. Ante esto, el rol de Venezuela no es tan esencial como lo fue al momento de los acercamientos de las partes, ya que no hay tensiones u obstáculos en los cuales se necesite de su papel como facilitadora.

En el caso extremo en el que se diera una ruptura en las relaciones bilaterales, las partes negociadoras incurrirían en altos costos, si decidieran por esta razón interrumpir los diálogos. No se descarta que un escenario como este genere descontentos, en especial en las Farc o en La Habana, sin embargo se verían obligados a buscar soluciones menos costosas que la de abandonar los diálogos.

2)      Dejando de lado los intereses de las partes negociadoras, a Venezuela le conviene actualmente tener un papel en los diálogos de paz. Esto ayudaría a que la imagen del actual gobierno se legitime ante la comunidad internacional, siendo uno de los principales países que apoya uno de los objetivos más defendidos a nivel mundial, como lo es la paz. La manera en la que se ha resuelto esta tensión, evidenció que el chantaje al que quiso recurrir el gobierno de Maduro no fue efectivo y que debía cambiar la estrategia, ya que el primer perjudicado podía ser su gobierno ante un desprestigio de su imagen.

3)      El gobierno Santos ha demostrado con sus acciones, que quiere que el proceso sea cada vez más independiente de factores externos. Las relaciones con Venezuela son inestables y el escenario político de este país podría cambiar en cualquier momento; por lo que se podría interpretar que Santos está buscando manejar buenas relaciones con ambos bandos y también depender cada vez menos de la figura de Venezuela, de modo que ante cualquier cambio no se afecten los intereses de su gobierno.

Esta primera tensión surgida entre ambos países, luego de un período de estabilidad, demostró que la posibilidad de que Venezuela abandone el proceso, no representa una amenaza para la continuidad de los diálogos. El papel de Venezuela en el proceso de negociación en La Habana posiblemente siga siendo importante, pero ya no será determinante para el éxito del proceso.

 

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