El editorial de hoy del diario El Espectador, examina las posiciones encontradas y las tensiones que surgen entre el gobierno nacional y los campesinos. Sin embargo, se hace necesario examinar, además, el papel de las Farc, guerrilla que se encuentra dialogando con el gobierno, como actor clave en esta situación conflictiva entre campesinos y gobierno.
El conflicto, surgido por los reclamos de los campesinos en torno a escasa presencia estatal en la región, el modelo de desarrollo rural y la lucha contra el narcotráfico, ha llevado a acciones de hecho por parte de los manifestantes.
Por su lado, la respuesta del gobierno no ha sido la más efectiva para resolver el conflicto. En un comienzo privilegió la represión de la protesta, a través de la presencia del Esmad, en vez de una aproximación al diálogo con la presencia de representantes del alto gobierno, arguyendo la infiltración de las Farc entre los campesinos. Esta situación cambió al iniciar esta semana, dada la intermediación del Alto Consejero para el Diálogo Social, Luís Garzón. Sin embargo, el enfoque anterior, generó constantes enfrentamientos, muertes, heridos y estigmatización de la protesta.
Ante este panorama, hasta el día de hoy, el principal ausente en el debate han sido las Farc. Esto sorprende si se examinan con detalle las exigencias de los campesinos, pues muchas de ellas coinciden con los puntos que se están discutiendo en La Habana. Esta era una oportunidad para las Farc en pro de iniciar su participación en debates políticos de manera pacífica dejando de lado acciones violentas en la región.
Sin embargo, fuentes de prensa reportan hoy, un hostigamiento de las Farc a la estación de Policía de El Tarra, justo cuando los campesinos y el gobierno se encuentran sentados en una mesa intentando buscar soluciones al conflicto. Este hecho, no contribuye a la solución de este conflicto en particular. Por el contrario, es una acción que lo incendia: pone en riesgo a los campesino y puede generar estigmatización de la protesta.
Con este hecho, además, el grupo guerrillero pierde una oportunidad de oro en términos de empezar a consolidarse como una opción política en las regiones, de fortalecer sus posiciones en la mesa de diálogo –que coinciden con las de muchos habitantes de varias regiones del país- y de iniciar acciones tendientes a mejorar su imagen frente al país.
En tal sentido, si bien la decisión del gobierno y las Farc ha sido la de dialogar en medio de las confrontaciones, ellos deben ser consientes de que su accionar armado tendrá consecuencias para la refrendación y la legitimidad de los acuerdos alcanzados en La Habana. Por lo tanto, el gobierno y las Farc deberían aprovechar este tipo de oportunidades para genera un ambiente propicio para la paz.