Publicado por El Espectador.com, el 2 de febrero de 2013.

 

El auge minero-energético, la revalorización de la tierra, los vacíos de poder -dejados por Víctor Carranza, Cuchillo y el Loco Barrera-, el crecimiento de la demanda de coca en nuevos mercados como Brasil, la exclusión del ELN de la negociación y la oposición de algunos frentes de las FARC al proceso de paz, son todos factores que combinados harían del Piedemonte llanero el nuevo escenario de guerra en Colombia.

En los últimos cinco años, el Piedemonte llanero se ha convertido en un territorio estratégico para múltiples agentes legales y criminales.

La riqueza petrolera y el surgimiento de nuevas formas productivas agropecuarias (que incluyen desde porcicultura de alta productividad a la silvicultura -pino, caucho, teca-, palmicultura, etc.) ha atraído la inversión de multinacionales y empresarios nacionales, quienes han visto cómo, en los últimos cinco años, se ha valorizado la tierra de una manera inusitada.

Así mismo, el Piedemonte llanero y la Orinoquía se constituyen en un espacio geográfico en donde se aglutinan todos los eslabones productivos del narcotráfico: desde la siembra y el procesamiento de la hoja de coca, hasta el lugar de residencia de grandes capos, mafiosos o señores de la guerra reencauchados.

La vejez de Carranza, la muerte de alias ‘Cuchillo’ y la captura de ‘El Loco’ Barrera generaran, en el corto plazo, mayores niveles de violencia letal y desplazamiento forzado. Por todas estas razones, se ha dado inicio a cadenas de sucesión y relevos de poder entre los bandidos que han hecho carrera de ascenso al interior de cada una estas estructuras.

Así mismo, la competencia por el control territorial será más fuerte, pues seguramente Los Urabeños, en cabeza de alias ‘Otoniel’, buscarán cooptar esos vacíos de poder y más aún, cuando quieren aprovechar el aumento de la demanda de coca en Brasil (los Llanos Orientales, tienen rutas directas o en intermediación con Venezuela, para exportar la coca hacia Brasil y sirven de salida para alimentar los nuevos corredores hacia Europa por África).

Las probables disputas entre los Urabeños y los herederos de las mafias llaneras, podrían resucitar el anterior ciclo de violencia paramilitar que enfrentaba a familias de ganaderos y contrabandistas locales (como los Buitrago) contra “los mercenarios antioqueños” y ejércitos privados comandados por Carlos Castaño y Miguel Arroyabe.

No sólo el control territorial importa (clave para crear rentas asociadas al narcotráfico y a la extorsión en carreteras de tractomulas y camiones que no cuentan con los protocolos de seguridad de las compañías multinacionales), sino también el egocentrismo cultural (paisas versus llaneros), que será un factor de predisposición sicológica para asumir, con menos dolor, los costos que en vidas humanas representa la guerra.

Por su parte, la recomposición del conflicto armado en el Piedemonte llanero tiene un ingrediente esencial: la oposición de algunos frentes de las FARC al proceso de paz y la marginalización del ELN de las mesas de negociación.

Es probable que pronto se dé una migración de comandantes de frente y combatientes apáticos al proceso, hacia las filas del ELN.

La industria petrolera, la extorsión a las rentas de la tierra que generan las nuevas actividades productivas de la Altillanura y las rentas del narcotráfico, serían los elementos que articularían los intereses entre ambas guerrillas. De hecho, es en el Piedemonte llanero que el ELN y las FARC han intentado construir históricamente su zona de retaguardia nacional (los primeros en Arauca y los segundos, en la Serranía de la Macarena).

Así mismo, desde el segundo semestre del 2012, la guerra de las FARC y el ELN en Arauca ha terminado, pues el aumento del pie de fuerza militar, junto con el crecimiento de las acciones cívico-militares, ha conducido a que el Frente 10 de las FARC y el Frente Domingo Laín del ELN, construyan por conveniencia o por sentido de supervivencia,  relaciones de coexistencia pacífica. Incluso, reductos del EPL, en cabeza de ‘Megateo’, han intermediado para la solución del conflicto.

En esa lógica, el ELN podría capitalizar el conocimiento en armas y explosivos de los guerrilleros de las FARC, y la información logística para la movilización de tropas sobre la Cordillera Oriental.

Sí el Gobierno nacional no presta atención y no extiende y corrige su Política de Consolidación Territorial al Piedemonte llanero (para resarcir el abandono histórico que ha tenido en la zona), probablemente esta región del país se convertirá en el nuevo escenario de guerra.

Estamos a tiempo de prevenir una barbarie.

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