Este artículo fue publicado originalmente el 17 de mayo de 2012 en Cien Días No. 75

Un análisis de las posibilidades reales de paz con esta guerrilla, el paso que debe dar el Eln para encaminarse a ella y el por qué Santos debería sacar con este grupo la famosa ‘llave de la paz’, se abordan en este texto.

A mediados de febrero de este año, la dirigencia del Eln sorprendió al país con un audaz comunicado en el que propuso al Gobierno Santos establecer una tregua bilateral (Semana.com, 2012, 20 de febrero). Días después, el Presidente respondió categóricamente: “El Gobierno no está interesado en ceses al fuego, ni en circos públicos temporales” (Semana.com, 2012, 21 de febrero). Al parecer, para el  Primer Mandatario la mejor forma de poner fin al conflicto armado con esta organización es por medio de la lógica de la guerra.

Sin embargo, un vistazo al pasado nos enseña que la violencia no se detiene con las armas y que los dividendos de alcanzar la paz con el Eln —aún si se trata de una guerrilla pequeña— no pueden ser menospreciados ni por el Gobierno ni por la sociedad en general. 

La importancia de poner fin al conflicto con el Eln

Como lo hemos planteado en conjunto con otros investigadores (Aponte, D., Vargas, A., (eds.), 2011), el Eln conserva capacidad de mando dentro de sus tropas, no se encuentra moralmente debilitada, ni hay razones para creer que existen deserciones masivas; igualmente, sigue intacta su capacidad de reclutamiento (1) y su relación con el narcotráfico y los grupos armados a su servicio la han convertido en fuerzas e importantes actores en los ámbitos regional y local.

En efecto, pese a la permanente ofensiva estatal; la arremetida paramilitar del primer lustro de la década pasada y al importante número de desmovilizados, se estima que actualmente el Eln cuenta con más de 2.000 hombres en armas (Aponte, D., 2011: 66). Si bien esta organización difícilmente puede considerarse una fuerza nacional, sí es una regional y con un vasto influjo en el conflicto armado.

Así, por ejemplo, en zonas de tradicional presencia ‘elena’ como Arauca y el Catatumbo, aunque el Eln se haya visto golpeado militarmente en años recientes, todavía tiene la capacidad de intermediación armada para la tramitación de conflictos locales o para establecer alianzas con políticos y funcionarios públicos (Millán, S., 2011: 159). Así mismo, en otras regiones del país, como Nariño o Cauca, esta guerrilla ha venido presentando un paulatino involucramiento en la economía cocalera con un resultado doble: gozan de cierta ascendencia sobre la población ligada a los circuitos económicos ilegales, al tiempo que han tenido una responsabilidad mayor en la victimización de civiles. Prueba de ello son los más recientes combates (el 3 de abril de 2012) entre el “Frente Comuneros del Sur” de esta organización y la Fuerza Pública, al norte del departamento de Nariño —en el sector conocido como El Sauce—, donde esta estructura “intimidaba a la población y realizaba actividades de tráfico de drogas y armamento” (Radio Santa Fe, 2012, 3 de abril).

Aprendizajes del pasado

eln2Como lo demuestran experiencias del pasado, la invitación del Eln para pactar un cese temporal de las hostilidades no es un suceso de poca importancia. Aunque el Presidente lo haya desechado con desdén, la trascendencia de este guiño del grupo guerrillero solo se dimensiona al hacer un poco de memoria.

En los acercamientos que históricamente ha tenido el Eln con los distintos Gobiernos, el tema del cese de hostilidades —y de su verificación— ha sido uno de los escollos de más difícil solución para el inicio y desarrollo de unas conversaciones de paz (Chamat, N., Frost, E., 2011). Si se logra concertar una tregua antes de comenzar siquiera los acercamientos, las nuevas iniciativas de paz podrían ser prometedoras.

Asegura también el Presidente Santos en su apresurada contestación al grupo guerrillero, que “de los errores y las experiencias pasadas se aprende”, y que por ello no le interesan “pausas temporales”. Sin embargo, si algo ha quedado claro luego de casi una década de priorización de la opción militar, es que el Estado no ha logrado siquiera asegurar el control territorial ni ganar la confianza de los ciudadanos, mientras que las guerrillas han demostrado una sorprendente capacidad de adaptación y sobrevivencia.

La experiencia sugiere que deben explorarse fórmulas novedosas para alcanzar la culminación de la guerra. Si de verdad interesa al Presidente Santos el fin definitivo del conflicto, tiene que evitar enredarse “por orgullo en los callejones sin salida que ofrece la violencia”—tal como afirma Adolfo Atehortúa (2012, 19 de febrero).


Muestras creíbles de paz

Ahora bien, si el Eln en verdad desea embarcarse en unos diálogos de paz, necesita dar un paso más. El grupo guerrillero debe manifestar lo que se conoce en teoría de conflictos como un ‘compromiso creíble’ que demuestre que realmente está interesado en un proceso de esta índole, que no se trata de un engaño para ganar oxígeno ante la presión militar del Estado (Walter, B.F., 1999.). Así, por ejemplo, la liberación unilateral de los secuestrados cumpliría tal objetivo. Además, sería una muestra de que realmente están comprometidos con el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario, que mencionan en su carta abierta.

No obstante, las muestras de buena voluntad no deben ser únicamente de parte del grupo guerrillero. Corresponde al Gobierno Santos capitalizar esta coyuntura e iniciar acercamientos con la guerrilla del Eln para acordar los detalles de la mencionada tregua bilateral, el inicio de diálogos y la construcción de confianza. El presidente debe reconsiderar sacar del fondo de la gaveta presidencial la ‘llave de la paz’ y no dejarla oxidar junto con las nuevas expectativas que están emergiendo.

Si bien pareciera que el Primer Mandatario prefiere entretenerse con su llave de la paz en una suerte de soliloquio, lejos de los escarpados senderos de lo público —lo cual podría tener mucho sentido estratégico y ello no solamente para el Gobierno—; lo que también cierto es que el Presidente Santos no debería echar en saco roto las experiencias y el conocimiento internacional acumulado en otras latitudes.

La intervención y el acompañamiento de una tercera parte internacional (ya sea de países amigos, de la Unión Europea o de Unasur) han sido fundamentales en el pasado para facilitar el inicio y la reactivación de diálogos de paz entre el Eln y el Gobierno (Chamat, N., Frost, E., 2011:202). En todo caso, más allá de ser una decisión instrumental, la aceptación del acompañamiento internacional tendría un importante valor simbólico. Tal concesión evidenciaría la existencia de una intención sincera de parte del Gobierno para buscar una solución política al conflicto.

En búsqueda de una nueva ruta hacia  la paz

Aunque la buena voluntad es una condición necesaria para iniciar el largo y sinuoso camino hacia la paz, ésta no es suficiente para garantizar que se llegue exitosamente al destino final. Por ahora, el primer paso es reconocer que, contrario de lo que se dice en el polarizado debate público, hay más opciones que la derrota militar o la negociación ‘clásica’ (a la manera en que tradicionalmente se ha hecho en Colombia).

En efecto, la forma ‘clásica’ de las negociaciones de paz tiende a volver inflexibles a las partes enfrentadas pues genera posiciones extremas y rígidas. Este modelo, usualmente concebido como un juego de suma-cero, hace que la búsqueda de ganancias relativa origine intransigencia en la posición de las partes, lo que termina estropeando los intentos por alcanzar una solución negociada (Fisher, R., Ury, W., 1993). Esto fue precisamente lo que sucedió durante los últimos acercamientos entre el Eln y la administración Uribe entre 2004 y 2007.
Adicionalmente, cualquier solución sostenible del conflicto requiere tratar sus causas estructurales. Y para negociar sobre asuntos políticos, los alzados en armas requieren de cierto nivel de legitimidad o de apoyo popular, apoyo que el Eln no tiene en la actualidad —salvo en ciertas localidades—. Por ello, la negociación no es la opción acertada para la terminación del conflicto con esta organización.

En este orden de ideas, la estrategia de paz por la que debería optar el Presidente Santos para la terminación del conflicto con el Eln es entablar unos diálogos bajo la lógica de solución de problemas. Este modelo, al contrario de las negociaciones ‘clásicas’, se enfoca en los intereses y no en las posiciones (2) de las partes con el fin de concretar y alcanzar una ‘alternativa mutualmente preferible’ (3) a la guerra. Es, en suma, un procedimiento que facilita la identificación y establecimiento de puntos de convergencia entre los antagonistas.

Así mismo, un diálogo tal con el Eln debería abarcar, por lo menos, dos temas gruesos: la salida digna de la lucha armada —es decir, cómo diseñar un proceso de desarme, desmovilización y reinserción (DDR)—, y la transformación política de las estructuras del Eln. Lo primero, el proceso de DDR, tiene que ser construido dentro de las posibilidades que el marco jurídico nacional e internacional vigente estipulen; el segundo punto, de otro lado, debe ser parte de un proceso general de profundización de la democracia y de ampliación de la participación popular, tarea que hay que desarrollar en el nivel regional y local. Un proceso de esta índole no solamente responde a la marginalización de nuestro conflicto, sino también puede lidiar mejor con sus variaciones regionales y con las diferencias internas de la insurgencia del Eln (valga recordar el carácter eminentemente federal de esta guerrilla, lo que impone desafíos para una eventual salida política).

Los militares y los acercamientos de paz

eln3Otro de los asuntos centrales para una eventual salida al conflicto con el Eln es el papel de la institución militar. Pasados intentos de paz han fracasado, justamente, por no contar con su consentimiento o su participación. Tal es el caso de los frustrados acercamientos entre esta organización insurgente y el Presidente Pastrana, en el 2001, cuando las partes pactaban el establecimiento de una ‘Zona de Encuentro’ —en el sur de Bolívar— y algunos mandos militares promovieron y organizaron protestas populares en su contra (Medina, 2009: 185); oposiciones que posteriormente ocasionaron la parálisis y el fracaso de dichos esfuerzos de paz.

Ahora bien, granjearse el respaldo de los militares para iniciar acercamientos con el Eln, en la actual coyuntura, no es una tarea nada fácil. Dos son los escollos centrales: por un lado, la sensación pública —que además existe entre el mismo estamento castrense— de que la derrota final de los insurgentes es posible, está más cerca que nunca y que el único camino que les queda es el sometimiento sin condiciones (Matiz Cortés, S., 2012, 3 de abril.). El reto, entonces, consiste en atraer a quienes pretenden conseguir la paz con las armas —esto es, a quienes las empuñan en representación del Estado— para intentar abrir caminos alternativos con el fin de resolver nuestro prolongado conflicto.

Por otro lado, luego de gozar de un especial protagonismo y, además, después de casi una década en que se ha aumentado ostensiblemente el presupuesto militar, un cambio en las prioridades del Gobierno puede suscitar reprobación y una eventual oposición del estamento militar a unos eventuales intentos de paz.

En este sentido, si la decisión del Presidente Santos es optar por entablar acercamientos con el Eln, el rol de los militares es un tema delicado que debe manejar con especial cautela y determinación. Dicho de otro modo, si el Primer Mandatario resuelve apostar por una salida política con esta organización debe, primero, conquistar su apoyo —lo que parece está intentando con la controvertida reforma al fuero militar (Reed-Hurtado, M., 2012, 1 de abril.).

Las lecciones del pasado pueden ser útiles para evitar que, de nuevo, se cometan los mismos errores en la esquiva búsqueda de la paz en nuestro país.

Esperemos que tanto la administración Santos, el Eln, como también la sociedad civil que anhela una Colombia en paz, estén a la altura de este gran desafío histórico: el presidente debe echar mano de su llavecita, el Eln debe demostrar con hechos su compromiso con una salida política del conflicto, pero somos los ciudadanos colombianos quienes tenemos que dar el último y decisivo empujón a una puerta entreabierta y avanzar hacia un futuro más pacífico.
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Notas de los autores:
(1) De acuerdo con la Agencia Colombiana para la Reintegración, entre agosto de 2002 y marzo de 2010, 50.639 personas se han desmovilizado de grupos armados, de los cuales el 16% pertenecían al Eln (ACR, 2010). Eso significa que, en este periodo, aproximadamente 3012 combatientes de esta organización dejaron las armas, lo que refleja la altísima capacidad de reclutamiento que posee este grupo guerrillero. A pesar de tan alto número de deserciones, en su investigación Aponte asegura que entre las razones esgrimidas por los guerrillero desertores están la baja moral, el desacuerdo ideológico o el desencanto con la guerra (2011: 87). Pocos desmovilizados aducen la amenaza de muerte o de ejecuciones en concejos de guerra. De allí que se afirme que parece no haber “razones para creer que en el seno del grupo haya altos grados de descomposición ni deserciones masivas (íbid).
(2) “La noción de posiciones se refiere a las demandas particulares de unas negociaciones, mientras que la idea de los intereses se relaciona con las causas o ‘impulsos’ de fondo del conflicto que motivan a las partes y han justificado su lucha” (Chamat, N., Frost, E., 2011: 178, np 5). Es decir, las posiciones pueden entenderse como un recurso ‘instrumental —lo que las partes dicen querer—, mientras que los intereses son lo que las partes realmente quieren.
(3) Esta idea se refiere al hecho de que las partes en confrontación no cambiarán su comportamiento si no les presenta una alternativa mejor: “no se abandona el barco en el que se está navegando, por más que se esté muy aburrido en él, si no se tiene la posibilidad de navegar en otro que ofrezca mejores alternativas” (Zartman, 2001:298, citado en Chamat, N., Frost, E., 2011: 204).

Referencias
Alta Consejería para la Reintegración Social y Económica de Personas y Grupos Alzados en Armas (ACR), 2010. Informe al Congreso Marzo 2009 – Mayo 2010.

Aponte, D., 2011. “Terminando el conflicto violento con el ELN: de la necesidad de finalizarlo más allá del recurso a las armas”, en Aponte, D., Vargas, A., (eds.). No estamos condenados a la guerra. Hacia una estrategia de un cierra del conflicto con el ELN. Bogotá: Editorial Códice Ltda

Aponte, D., Vargas, A., (eds.), 2011. No estamos condenados a la guerra. Hacia una estrategia de un cierra del conflicto con el ELN. Bogotá: Editorial Códice Ltda

Atehortúa Cruz, A. L., 2012, 19 de febrero. “¿Es posible provocar la madurez del conflicto?” en Razón Pública.

Chamat, N., Frost, E., 2011. “La paz abandonada: experiencias, perspectivas y posibles escenarios para una paz negociada con el ELN”, en: Aponte, D., Vargas, A., (eds.). No estamos condenados a la guerra. Hacia una estrategia de un cierra del conflicto con el ELN. Bogotá: Editorial Códice Ltda

Fisher, R., Ury, W., 1993. Si…! De acuerdo! Como negociar sin ceder.  Bogotá: Editorial Norma S.A.

Matiz Cortés, S., 2012, 3 de abril. “’No les creo a las Farc: comandante del Ejército’”, en El Espectador.

Medina, C. 2009. Conflicto armado y procesos de paz en Colombia. Memoria casos FARC-EP y ELN. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Millán, S., 2011. “Variaciones regionales de la presencia del ELN”, en Aponte, D., Vargas, A., (eds.). No estamos condenados a la guerra. Hacia una estrategia de un cierra del conflicto con el ELN. Bogotá: Editorial Códice Ltda

Radio Santa Fe, 2012, 3 de abril. “Autoridades reportan fuertes combates con el ELN en Nariño”.

Reed-Hurtado, M., 2012, 1 de abril. Reforma constitucional de la justicia penal militar: ¿seguridad o escudo?.

Semana.com, 2012, 20 de febrero. “ELN propone al Gobierno tregua bilateral y mesa de diálogo”.

Semana.com, 2012, 21 de febrero. “’Nos interesa el fin del conflicto. No los ceses al fuego’: Santos”.

Walter, B.F., 1999. “Designing Transitions from Civil War. Demobilization, Democratization, and Commitments to Peace”. International Security, vol. 24, no .1, pp. 127-155.

Zartman, I.W., 2001b. “Negotiating internal conflict. Incentives and Intractability”, International negotiation. Vol. 6, pp. 297-302

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