No sin razón, varios columnistas, analistas, representantes de la sociedad civil y de la comunidad internacional han expresado recientemente su preocupación por la situación de seguridad en el país.

Es claro, el conflicto y la violencia continúan. Y continúan, pese al persistente aumento del gasto y el esfuerzo militar.

En términos de reducción de la violencia y de acercamientos hacia una salida del conflicto armado no se han visto resultados satisfactorios. Y esto, tras más de medio siglo en el que la estrategia militar ha sido el enfoque dominante de política por parte del Estado para confrontar el conflicto armado.

¿Cuánto más vamos a conformarnos con una estrategia fallida?

El enfoque militar- una estrategia deficiente

A mi juicio, un ajuste de la política de seguridad, tal y como lo plantea, por ejemplo el diario El Tiempo, no basta[1].

Si bien es verdad que la violencia no ha aumentado hasta el punto de haber reversado las ganancias estratégicas de los últimos ocho años, y que en las zonas más pobladas del país, al igual que en las vías principales la seguridad ha mejorado, el conflicto y la violencia relacionada con el narcotráfico se ha marginalizado y en ciertas regiones se ha intensificado.

Las recientes acciones violentas de los Urabeños y otros grupos neoparamilitares (o BACRIM) también indica que ha ocurrido una transformación de la violencia. Es decir, una evidente fragmentación y criminalización de las estructuras armadas no gubernamentales y una politización del crimen organizado. La transformación de la violencia complica tanto la recuperación del monopolio estatal de la violencia como una solución política y sostenible del conflicto[2].

Los hechos demuestran que la estrategia militar es incapaz de resolver el conflicto sola. Al tiempo, no se ha formulado una estrategia de no-violencia para cerrar definitivamente la confrontación armada.

Es decir, mientras la infraestructura de guerra ha crecido año tras año – con una ayuda importante de los EEUU – la infraestructura para la paz se caracteriza por su ausencia.

Infraestructura para la paz

¿Qué es una infraestructura de paz? Este término, introducido por el renombrado John Paul Lederach en 1997[3], y promovido por ex Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan[4], hace referencia al desarrollo de mecanismos incluyentes e institucionalizados para la cooperación entre diferentes actores de todos los niveles de la sociedad, para la construcción de paz y la prevención de nuevos conflictos mediante el enfoque de solución de problemas [5].

En otras palabras se propone una política de paz que va mucho más allá de la confrontación armada y establece los espacios necesarios para el diálogo ciudadano y la resolución pacífica de conflictos. Es una estrategia que empodera porque transfiere la responsabilidad del desarrollo del país a los ciudadanos y reduce el poder de los actores armados (estatales y no-estatales).

Una infraestructura de paz también permite avances en términos de consolidación y recuperación de control territorial, y previene el surgimiento de nuevos ciclos de violencia.

Aprendizajes del exterior

Si bien la infraestructura para la paz es un concepto nuevo y aún poco desarrollado, una mirada hacia fuera permite encontrar algunos ejemplos innovadores y exitosos.

Los casos de Sudáfrica, Kenia y Ghana por ejemplo, donde se han implementado consejos locales, regionales y nacionales que fusionan normas internacionales modernas (de buena gobernanza, democratización, derechos humanos y equidad de género) con órdenes políticos locales y culturalmente fundados, demuestran que la construcción de una infraestructura para la paz no solamente puede transformar conflictos violentos sino también prevenir su resurgimiento[6].

El establecimiento de un ministerio de paz y reconciliación, como se han hecho en Nepal y en las islas Salomón, es otra ruta posible que indica una priorización de la política de paz y que garantiza la canalización de recursos para las funciones requeridas.

También es útil comparar la búsqueda de la paz con otros sectores de servicios estatales. Tómese el ejemplo del sector salud; al hacer una comparación con este, se hace evidente la precariedad de la “ingeniería de paz” frente a la «ingeniería o infraestructura de la salud», y se demuestra la necesidad de un enfoque holístico y creativo que incluya no solo campañas y proyectos puntuales, sino también una estrategia política de largo plazo[7].

Romper con la lógica militar

Si bien Colombia ha sido capaz de desarrollar y adaptar estrategias e intervenciones innovadoras en cuando se refiere a la construcción de paz, no ha logrado romper con la lógica fundacional basada en lo militar.

El fortalecimiento del Estado, por ejemplo ha sido reconocido como elemento clave para la construcción de paz en Colombia, como lo muestra el Plan Nacional de Consolidación. Sin embargo, el enfoque militar en su implementación – fuertemente criticado por la sociedad civil, demuestra que solo se trata consolidar la infraestructura de guerra[8], que, por su naturaleza no-civil, se hace a través un proceso poco participativo y sin tomar en cuenta los órdenes políticos y sociales pre-existentes. Es decir, si bien se ha reconocido que la ausencia del Estado es unos de los factores que más contribuyen a la prolongación del conflicto y la proliferación del crimen organizado, falta preguntarse, ¿qué tipo de Estado queremos?

Costa Rica es probablemente el ejemplo más claro de un aparato estatal fundado en una infraestructura de paz sólida. Hay que recordar que ni siquiera tiene una fuerza armada nacional. Si bien es un caso muy distinto del colombiano (por ejemplo, la opción de desarmar por completo al Estado no es ni realista ni deseada), demuestra que hay opciones reales a las ideas convencionales de cómo (re)construir las instituciones estatales después un conflicto prolongado.

Lo anterior no quiere decir que no haya necesidad de una política de seguridad. Fuerzas estatales eficientes en términos de detener las expresiones directas del conflicto y la violencia – que mantengan la ley y el orden público y garantice la seguridad ciudadana – es siempre necesario.

No obstante, una cultura de paz no germina en las tumbas de los enemigos muertos, y la prevención de los conflictos y de la violencia no se realiza con el uso de las armas. El Estado colombiano, por lo tanto, no solamente necesita reformular su política de seguridad, pero también debe reconsiderar sus prioridades políticos y discutir cuáles son las opciones alternativas para el desarrollo del país.

Al fin y al cabo tenemos que decidir si queremos un Estado de guerra o un Estado de paz – e invertir  en la infraestructura adecuada.


[1] Ver, El Tiempo, 2012, 2 de febrero. “Editorial: Los ajustes no dan espera”, [en línea], disponible en: http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/editorial_11055187-4, fecha de consulta: 2 de febrero 2012.

[2] Granada, S., Restrepo, J.A., Vargas, A.R., 2009. «El agotamineto de la poítica de seguridad: evolución y transforaciones recientes en el conflicto armado colombiano»  [en línea] en Restrepo, J.A., Aponte, D. (eds.). Guerra y violencias en Colombia: Herramientas e interpretaciones. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Pp. 27-124. Disponible en:  http://cerac.org.co/es/publicaciones/libros/guerrayviolencias/

[3] Lederach, J.P., 1997. Building Peace: Sustainable Reconciliation in Divided Societies. Washington D.C.: United States Institute of peace.

[4] UN General Assembly, 2006, Progress report on the prevention of armed conflict. Report of the Secretary General. (A/60/891)

[5] Global Partnership for the Prevention of Armed Conflict (GPPAC), 2010. Infrastructures for Peace. Working Paper, July 2010. Pp.1

[6] Ver Global Partnership for the Prevention of Armed Conflict (GPPAC), 2010. Infrastructures for Peace. Working Paper, July 2010. Pp.1, y; van Tongeren, P., 2011.” Increasing interest in Infrastructure for peace. Journal of conflictology”. Vol. 2, No. 2.

[7] ver Brand-Jacobsen, Kai en GPPAC, 2010, Appendix 1.

[8] Por ejemplo durante la Segunda Jornada de Reflexión Avances e Iniciativas en Propuestas de Paz de la Assamble permanente de la Sociedad Civil por la Paz, 22 de noviembre, 2011, CINEP)

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