Tras los bloqueos que se presentaron el pasado viernes en diferentes estaciones del sistema de transporte masivo «Transmilenio» en Bogotá, vale la pena preguntarse qué hizo que la protesta se tornara violenta.

Claro, este tipo de bloqueos se han presentado constantemente desde el año pasado; para ser más exactos, durante el 2010, hubo 216 bloqueos al sistema de transporte masivo.  En lo que va del año 2012, se han presentado más de 10 bloqueos. No sabemos, porque nadie lo ha medido, si todos estos han sido violentos. Como usuaria del sistema, sé que los diez de este año han sido en su mayoría violentos, en tanto han causado daño con intención a la gente, y a los activos del sistema.

¿Por qué hay violencia en las protestas?

Primero, la estrategia de la Fuerza Pública para mitigar las acciones violentas de las protestas está fallando, con la consecuente pérdida de control. Para lograr mitigar mejor la violenia, la fuerza pública debe acompañar las protestas, de manera que se respete el derecho de las personas a protestar y se logre prevenir y aislar la ocurrencia de actos violentos cuando estos se presenten. Un ejemplo de esto es el papel de la policía, la misma policía, durante las masivas protestas estudiantiles del año pasado; el contraste no puede ser mayor.

Segundo, es necesario entender que este tipo de espacios de protesta ha empoderado a redes asociativas de jóvenes que convocan a la protesta. Sin poder afirmar que en las protestas contra Transmilenio, siempre participan los mismos (o sólo jóvenes), sí es posible identificar que los estudiantes mantienen una participación activa a través de medios como Facebook y, que hasta el momento, su experiencia colectiva consiste en realizar protestas al sistema de transporte, sin haber logrado resultados aún. Ahí esta la frustración, el conflicto que puede devenir en violencia.

Sin embargo, este empoderamiento de las redes asociativas, debe ser visto como parte del fortalecimiento de un sistema democrático y de una tendencia internacional de las movilizaciones «horizontales», las cuales tienen la capacidad de movilizar gran cantidad de personas muy rápidamente, lo que las hace al mismo tiempo más difíciles de controlar.

El problema entonces no es que existan estas redes y llamados a la protesta, es la creciente frustración que se ha venido afianzando entre estas redes.

Es por lo anterior, que los actos violentos presenciados el pasado viernes van más allá del vandalismo, sin que esto justifique los hechos violentos que se desataron en ese día. Quedarnos en el vandalismo simplifica lo que vivimos y nos impide superarlo. Es no identificar el rpoblema

Además, de la presencia inefectiva de la Fuerza pública en las protestas, y del empoderamiento de redes asociativas frustradas, son más preocupantes aún los efectos negativos que podría generar el direccionamiento que la administración decidió tomar para solucionar el problema: politizar los hechos dejando relegada la tarea de resolver estructuralmente los problemas de movilidad de la ciudad.

Los hechos violentos se pueden presentar nuevamente si la administración no demuestra verdaderas intenciones de resolver la situación y lidiar con las causas estructurales de movilidad en la ciudad.

Así mismo, es importante, ante la eventual presencia de nuevas protestas, crear un plan de acción preventivo con la Fuerza Pública, que disminuya la posibilidad de que éstas se tornen violentas.

Esta no es sólo una cuestión de seguridad y orden público, es también una oportunidad para el fortalecimiento de mecanismos de participación para que la ciudadanía exprese su descontento de una manera no-violenta.

 

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