Por:

Alonso Tobón

Manuel Moscoso

Las elecciones locales de octubre están seriamente amenazadas, no sólo por los riesgos de fraude, sino especialmente por el asesinato de candidatos a alcaldías y concejos. Detrás de esta violencia no están sólo la guerrilla y los paras sino los narcos con sus nuevas estrategias y otras redes criminales que intentan apropiarse de gobiernos locales. Pero el gobierno parece despistado.

18 candidatos asesinados

Los recientes asesinatos de candidatos a alcaldías y concejos -18 registrados por el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC) en lo corrido del año- han prendido las alarmas y expuesto de nuevo a debate público los altos niveles de riesgo que afectan el desarrollo de las elecciones locales de octubre.

Violencia ElectoralNúmero de Candidatos Asesinados
Departamentos 2007 2011*
Antioquia 4 4
Bolívar 2 0
Caldas 1 0
Caquetá 3 0
Casanare 1 0
Cauca 1 1
Cesar 2 0
Córdoba 0 1
Huila 1 1
Meta 2 0
Nariño 1 0
Norte de Santander 1 0
Putumayo 1 3
Quindío 1 0
Risaralda 0 2
Sucre 0 1
Tolima 3 1
Tuluá 1 0
Valle del Cauca 2 4
No identificado 2 0
Total 29 18
* Registro de asesinatos hasta el 15 de julio de 2011
Fuente: CERAC

 

Este nivel de riesgo no es generalizado, es localizado. De acuerdo con el último reporte de situación pre-electoral del Ministerio de Defensa, 16 por ciento de los municipios deben considerarse como zonas de especial atención por su alta vulnerabilidad en términos de afectación de la transparencia y la legitimidad del proceso electoral.

Este relativamente bajo nivel de riesgo es mayor, sin embargo, que el que debieron enfrentar los candidatos en las votaciones de 2007, catalogadas entonces como «las elecciones locales más seguras de la historia».

En efecto, cuando todavía faltan tres meses para las elecciones, el panorama es seriamente preocupante: en 2007 el número de candidatos asesinados solo a finales de septiembre llegó a los niveles que ahora, en julio de 2011, ya se han alcanzado.

Más aun, la historia reciente muestra que la violencia contra candidatos tiende a aumentar a medida que se acerca la fecha de votaciones.

 

Las causas no son claras

¿Cómo revertir esta tendencia preocupante? Si bien el gobierno ha resaltado la necesidad de combatir los principales factores de riesgo y los delitos asociados (fraude electoral, cooptación local, intervención de agentes externos), persiste la violencia en aquellos departamentos que históricamente ya se han visto afectados: sobresalen Valle del Cauca, Putumayo, Córdoba, Cauca, Huila y Nariño (ver cuadro).

Algunos analistas sugieren que la clave está en atacar la causa de esta violencia: para algunos el narcotráfico, para otros el conflicto armado y para los menos, el neoparamilitarismo.

El problema radica en que, a pesar de este preocupante panorama de violencia contra los candidatos, no es posible determinar con certeza que la naturaleza de la violencia electoral sea enteramente política. Tampoco es fácil demostrar que esté ligada al conflicto -que ahora sí existe, por fortuna para la política pública de seguridad- o que esté vinculada al narcotráfico.

Los múltiples intereses entrecruzados que buscan hacerse al control de los cargos públicos de elección en los municipios no se explican únicamente por el intento de acumular capital político, como tal vez era más claro en el pasado reciente, particularmente en las violentas elecciones de 2002.

En efecto, a pesar de que los homicidios de los candidatos se concentran en zonas históricamente afectadas por el conflicto armado, en la mayoría de los registros sobre homicidios de candidatos (60 por ciento), no es claro qué grupo armado es responsable. Por lo tanto, asumir que la violencia en esta etapa electoral se debe únicamente a una escalada y fortalecimiento de estos grupos puede ser una apreciación errónea.

Los delincuentes aprenden

La transformación del conflicto que ha sufrido Colombia en los últimos años permite pensar que este aumento de la violencia electoral podría explicarse como fruto de un proceso de aprendizaje acumulado. En efecto, no es ilógico pensar que las organizaciones criminales tengan hoy un interés explícito en capturar al Estado a nivel local mediante la violencia profesional y sistemática contra los candidatos. Para ello cuentan con oferta abundante de armas y de quienes saben manejarlas, sin temor a responder por ello.

Con estas formas de violencia selectiva pueden “eliminar” la competencia electoral e instalar en el poder a personas que les permitan apropiarse de rentas estatales o garantizar la impunidad en actividades de extracción de rentas de mercados ilegales: minería ilegal, narcotráfico, extorsión.

Así, además de la presencia de grupos armados como la guerrilla y los neoparamilitares en las zonas altamente vulnerables hay que tener en cuenta la existencia de redes mafiosas que quieren perpetuar las actividades de corrupción y de ciertos regímenes políticos criminalizados en los municipios. Eso parecen indicar casos como el asesinato de los candidatos al concejo de El Dovio y a la alcaldía de Yumbo en el Valle.

Violencia multiforme y mutante

De esta manera podrían explicarse la aparente diversidad geográfica, la multiplicidad de amenazas y las diversas formas de violencia que no encajan en la que hasta hace poco ejercían los paramilitares y los grupos guerrilleros.

Estas mutaciones también desnudan otro hecho notorio: el interés de los grupos del narcotráfico por acercarse al poder de nuevo y de diferente manera. En esta ocasión al poder local, utilizando estrategias más desorganizadas y dispersas, como también lo son hoy estas organizaciones.

Proteger a los que son

En consecuencia, las medidas de protección que deben adoptarse para estas elecciones, no solo han de tener en cuenta la variable de la presencia de grupos armados -ayer u hoy-, sino también identificar las redes mafiosas de corrupción y los grupos criminales menos notorios, que a nivel local pueden representar una grave amenaza para la transparencia y el libre desarrollo de los comicios de octubre.

La mejor estrategia de protección de la frágil democracia local es luchar hoy contra la violencia. De donde venga.

Anclarse en el conflicto armado o en la lucha contra el narcotráfico, privilegiando uno u otro en las políticas de seguridad, son recetas que prometen ser ineficientes.

Artículo publicado en razonpublica.com el 18 de Julio del 2011

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