América Central es una de las regiones más violentas del mundo. A pesar de la dramática situación que se vive en países como Honduras, poco se sabe sobre las características de las violencias que azotan a estos países. Algunos meses atrás, por ejemplo, el Reporte Mundial de Homicidios de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONUDD) reveló que Honduras es el país con la tasa de homicidios más alta del mundo por 100,000 habitantes, cifra que resulta sorprendente teniendo en cuenta que este país  no se encuentra inmerso en una situación de conflicto armado y que el número de homicidios se duplicó en apenas cuatro años. [1] 2 Entonces, surge la pregunta, ¿qué ocurre en Honduras?

Por una parte, las armas de fuego son un factor preponderante  que contribuye a la violencia que afecta a este país: alrededor del 80% de todos los homicidios son cometidos con armas de fuego – en su mayoría con  pistolas y revólveres. [3] Además, se estima que en Honduras circulan  alrededor de 900,000 armas de fuego – 250,000 legalmente registradas y 650,000 armas ilegales, mientras que la Ley de Portación de Armas permite a los ciudadanos hondureños registrar hasta 5 armas de fuego por persona. [4] [5]

Por otra parte, se debe tener en cuenta que en Honduras las violencias son múltiples . Sumado a la existencia de diferentes grupos criminales – desde pandillas de barrio, maras, y el crimen organizado – que contribuyen en gran medida a los niveles de violencia que afectan actualmente al país –  existen otras expresiones de violencia como la violencia interpersonal y doméstica, y la violencia dirigida contra sectores específicos de la población como defensores de derechos humanos y periodistas – que forman parte de la carga violenta que sufre diariamente este país. [6]

Más allá de la tragedia humana y el altísimo costo social y económico de tales niveles de violencia, estas realidades hacen que las autoridades tengan que enfrentar un escenario, no sólo muy complejo, sino también altamente volátil en términos de seguridad.

El Informe Mundial sobre las Drogas 2011 de la ONUDD, por ejemplo, encontró que el 12% de todas las confiscaciones globales de cocaína realizadas en 2009 ocurrieron en América Central. [7] Por su parte,  el Ministro de Defensa hondureño, Marlon Pascua destacó que alrededor del 87% de la cocaína que tiene como destino Estados Unidos pasa por Honduras. [8]

Sumado a esto, en las dinámicas subregionales del tráfico de armas se ha señalado que Honduras constituye una fuente de armas ilícitas que alimenta los arsenales del crimen organizado de la región. En efecto,  se ha evidenciado la participación fuerzas de seguridad hondureñas en casos de tráfico de armas.[9] Por ejemplo, un cable diplomático estadounidense de 2008, filtrado a través de Wikileaks reveló  que armas de uso militar, abastecidas por Estados Unidos en el marco del Programa de Venta Militares Extranjeras a Honduras, fueron encontradas en manos de grupos criminales en México y también de grupos armados ilegales en Colombia. [10]

Si bien la violencia ejercida por las pandillas y las Maras ha recibido toda la atención a nivel internacional, Honduras enfrenta un escenario de violencia que va más allá de estos grupos. En el marco de la reciente crisis política, no sólo se cometieron serios abusos a los derechos humanos; [11] el crimen organizado aprovechó las circunstancias para fortalecer su presencia y control en el país. [12] Serias acusaciones contra la policía – como el caso del asesinato de dos estudiantes hacia finales de 2011 y la subsiguiente crisis de la institución – así como las numerosas acusaciones de corrupción al evidenciarse la abierta colusión de miembros de la policía con el crimen organizado, son elementos centrales para comprender la baja confianza en las fuerzas de seguridad para contrarrestar la ola de violencia que afecta al país. 13

La situación que afecta hoy a Honduras tiene implicaciones complejas en términos de las dinámicas de seguridad y violencia a nivel subregional y regional, más allá de los altos costos sociales y económicos que esto trae para los ciudadanos hondureños.

Primero, el flujo de armas de fuego entre los países que conforman el Triangulo del Norte (Guatemala, Honduras, y El Salvador), alimenta los arsenales del crimen organizado y de grupos armados ilegales de la región. Además, las medidas represivas enfocadas a capturar a miembros  de las pandillas y de las Maras, congestionan las cárceles con trágicas consecuencias, sin lograr mejoras sustanciales en los índices de seguridad y violencia.

Es más, la militarización de la seguridad en los países de la región despierta viejos fantasmas, mientras que la división entre poderes civiles y militares se hace más borrosa, como lo demuestra el anuncio de la candidatura a las elecciones de 2013 de Romeo Vásquez, general activo durante la represión de los movimientos de protesta luego del golpe de Estado de 2009.

Las complejas realidades de la violencia, el crimen, y la seguridad no pueden considerarse al nivel de un solo país, puesto que estos fenómenos no se limitan o terminan en las fronteras. Sin embargo, es necesario mejorar los conocimientos de cada zona o territorio en particular para poder abarcar de manera completa estos desafíos. Es central producir mayor evidencia sobre las complejas dinámicas de la violencia e inseguridad en la región para enfrentar mejor preparados estos retos. Es por esto que el caso de Honduras debe importarnos.

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