Editado y publicado por ElEspectador.com, el 26 de diciembre de 2012.

La reducción en los crímenes violentos en Bogotá que se reportó hoy, es generalizada: no sólo bajan rápido los homicidios sino los demás crímenes que afectan la integridad de las personas.

Aquí están las estadísticas en ELTIEMPO.COM.

Sin lugar a dudas Bogotá se ha encaminado por una senda virtuosa de más seguridad. Gran noticia: desde los noventa no vivíamos tales caídas en la violencia.

¿Por qué? Hay varias razones que contribuyen a esto:

  • Lo primero es la excelente gestión del general Martínez, comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá. La focalización de sus estrategias en la persecución del crimen organizado, sobre todo de aquel que usa la violencia, es la base y principal razón del éxito. Las gerencias que ha establecido, por delito, hacen mucho más sentido que las inefectivas gerencias por zonas que se impusieron durante el gobierno de Lucho Garzón, que eran una pantomima de descentralización en seguridad. Su seguimiento al comportamiento policial es cercano y las sanciones contundentes cuando se presentan desviaciones. La buena gestión policial sí reduce la violencia.
  • Desarme: A mi juicio, el desarme ha contribuído: estadísticamente las caídas en los crímenes violentos con armas de fuego son mayores de manera significativa que la caída de los mismo crímenes -homicidios, lesiones, atracos- sin armas de fuego. La razón está en que la restricción de armas le permite a los policías una más rápida detección de armas criminales: la restricción al porte de armas «legales» para la autodefensa o la vigilancia, hace más visibles las armas criminales. Quienes necesitan protección -para pagar nóminas en efectivo, o llevar esmeralditas- recurren a la policía por protección armada gratuita, como debe ser.
  • El plan de vigilancia comunitaria por cuadrantes: simplemente pone a los policías de vigilancia a hacer más que vigilar: los acerca a la comunidad, les lleva a reconocer información relevante de inteligencia criminal, los vuelve responsables ante los ciudadanos y sus superiores.
  • Dejan hacer: Martínez no se ha dejado enredar en disputas ideológicas absurdas con Gustavo Petro. Eso ha ayudado a que la gestión no se contamine por ideas novedosas o la búsqueda de réditos políticos como en el caso de la política de basuras.  Las pésimas ideas del Secretario de Gobierno Asprilla -sus represivos y discriminatorios toques de queda para jóvenes- sólo ocupan la policía por una noche. La centralización del cuerpo de policía y la profesionalización sirve.
  • La reducción del conflicto armado, que ha llevado a los organismos de seguridad y justicia deban preocuparse -por fín- más por su rol fundamental que es proveer seguridad y no a la distracción de pelear una guerra o protegerse del terrorismo. Las excusas para la justicia y la policía se acabaron.
  • La estabilidad en las disputas del crimen organizado: Bogotá no ha sido terreno de disputa por parte de organizaciones del crimen. En esta ciudad ya se sabe quién explota el tráfico de drogas, quién la prostitución y quién el juego. Es como si las mafias se hubieran «civilizado». A lo cual contribuye la focalización de la acción policial en las organizaciones que usan la violencia -o las que prestan servicios de violencia, como las oficinas de cobro- pues así los criminales organizados menos violentos saben que su crimen no será «tan» perseguido.

Nótese que esto ha sucedido cuando muchos factores juegan en contra:

  • La persistencia de la criminalización del tráfico de drogas, que siempre generará violencia por disputas entre organizaciones criminales y al interior de estas por la distribución de las rentas derivadas del crimen.
  • El estancamiento económico de la ciudad: el desempleo crece como no lo había hecho desde la recesión del 99, la ciudad se desindustrializac y la construcción de obras civiles y vivienda está en franca recesión. No hay trabajo, y aún así hay menos crimen.
  • La ausencia de gasto público clientelar disfrazado de atención social, que por ser este el primer año del gobierno Petro no se ha «estructurado».

Finalmente, téngase en cuenta que esta reducción no se debe a que se hayan atendido las «recetas» tradicionales de la consultoría de seguridad:

  • No han habido grandes cambios tecnológicos: no hay nuevo sistema de llamadas de emergencia (el 123 ya existía, y sigue capturado por políticos), no hay nuevos sistemas de monitoreo, inteligencia. Lo del plan cuadrantes es más innovación que un cambio tecnológico, pues no está incorporado en equipos, maquinaria o formación.
  • No hay mayor disponibilidad de equipos: las patrullas que llegan reemplazan las que salen.
  • Lo más importante: no hay mayor pie de fuerza. Hoy se cuenta con la misma policía -escasa para el tamaño de la ciudad y el crimen violento- que hace 20 años.
  • El desorden: la ciudad está sucia, desordenada, contaminada y congestionada. Está llena de ventanas rotas, para usar la jerga de la derecha.

¿Será suficiente? Para nada: Bogotá dista mucho de ser una ciudad segura. Una gran mayoría aún se siente insegura, según las excelentes encuestras de la Cámara de Comercio; una pluralidad importante revela que ha sido victimizada, según la encuesta de victimización; los parques, los cerros orientales, las calles siguen siendo territorio desierto y temido, principalmente en las noches.

Sólo en homicidio, para lograr el promedio mundial de 7.6, deberíamos tener en Bogotá como máximo 608 asesinatos al año, 700 menos que los de ahora.

¿Es sostenible esta mejora en la seguridad? Sí, claro. Manteniendo el foco en el crimen organizado violento, gestionando bien la seguridad, acercándose a la ciudadanía, principalmente a los jóvenes, profesionalizando la labor de la policía alejando innovadoras ideas represivas de la Secretaría de Gobierno, manteniendo la ciudad lejos del conflicto armado y su violencia, poniendo por fin a trabajar a la justicia criminal y enviando el mensaje al crimen organizado que lo que nos importa es su violencia, no si se hacen ricos con las drogas.

 

 

 

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