En una decisión histórica, las FARC declararon hoy un cese unilateral al fuego por tiempo indefinido, que está condicionado a que la fuerza pública no continúe la ofensiva contra sus estructuras guerrilleras y con el cual buscan, según ellos, generar las condiciones para un armisticio bilateral.

Esta iniciativa es un importante gesto de paz, no sólo porque le da un nuevo impulso a un proceso que apenas está superando su mayor crisis, por cuenta de su suspensión por parte del gobierno frente al secuestro del General Alzate, sino también porque crea un escenario propicio para el desescalamiento del conflicto y para la futura terminación definitiva de las hostilidades entre ambas partes, lo cual es el último punto de la agenda que se comenzará a discutir en las próximas rondas.

Sin embargo, también es una jugada política estratégica de la guerrilla para presionar al gobierno, en tanto pone a prueba su voluntad negociadora y lo responsabiliza del eventual rompimiento de la tregua. Dicho de otra forma, con este gesto, las FARC dejan en las manos del gobierno la decisión de dar el paso definitivo hacia el cierre del conflicto. Por lo tanto, la pregunta que queda sobre la mesa es cuál será la reacción del gobierno frente a este anuncio de las FARC.

En el corto plazo, un escenario en el que el gobierno acepte un cese bilateral al fuego es poco probable. Ello demandaría de las FARC una concentración de sus tropas en una parte del territorio nacional, y del gobierno una cesación completa de las operaciones de control del territorio. Así mismo, se haría necesaria una veeduría a la cesación de las actividades militares entre las partes, por parte de algún organismo acordado bilateralmente. Los costos políticos que tendría que asumir el gobierno por cuenta de suspender su operatividad militar también serían muy altos. Tan altos que podrían acabar con el magro apoyo ciudadano y político a la negociación.

Por lo tanto, y dado que la posibilidad de un desescalamiento conjunto del conflicto sí ha sido considerada por parte de los negociadores del gobierno, es probable que la posición de este último sea intermedia y más moderada: sin rechazar la oferta de las FARC, es previsible un cambio gradual (sin declaración oficial) en la estrategia de las fuerzas militares. Este cambio se podría observar en una disminución de la ofensiva contra el grupo guerrillero y un cese de hostilidades condicionado contra los miembros del Secretariado y los jefes de frentes que efectivamente se sumen a la tregua guerrillera, sin descuidar el control territorial.

Para este punto, las FARC se estarían jugando su última carta en cuanto a gestos de voluntad se refiere, pero no es claro si logrará obtener la respuesta que quiere por parte del gobierno. En todo caso, si bien los desafíos que se avecinan son inmensos, aprovechar esta oportunidad le daría una nueva esperanza a la paz. De ser así, es probable que por fin logremos presenciar el inicio del final del conflicto.

Los dividendos de las treguas pasadas

  • Segunda vuelta elección presidencial 2014: La tregua unilateral de las FARC fue cumplida en su totalidad por esta guerrilla. Se presenta una reducción drástica de la violencia frente a períodos similares de años anteriores: no se presentaron víctimas mortales o heridos en acciones unilaterales de las FARC; tampoco se conocieron reportes de secuestro, instalación de minas, detonación de explosivos o reclutamiento. Se ha presentado un cumplimiento progresivo de las treguas unilaterales de las FARC que evidencian una mayor cohesión y control.
  • Primera vuelta elección presidencial 2014 (tregua conjunta ELN-FARC): No se reportó ningún evento por parte del ELN. No se reportaron víctimas fatales o heridos. Se reportó una sola víctima amenazada. El mayor número de eventos atribuibles a las FARC y violatorios de la tregua fueron amenazas de contenido político.
  • Treguas unilaterales temporadas navideñas: Durante el mes de tregua (15 de diciembre 2013 a 15 de enero de 2014), bajó la violencia en número de acciones y se redujo el número de víctimas letales, en comparación con el promedio de accionar de este grupo guerrillero en meses sin tregua. Se estima la reducción de la violencia en un 65%, porcentaje similar al nivel de cumplimiento al de la tregua, de dos meses del año inmediatamente anterior (20 de noviembre de 2012 a 20 de enero de 2013).
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