El periódico El Tiempo reporta hoy la presencia de minas antipersonal por parte de las bandas criminales o, como preferimos algunos llamarles, grupos neoparamilitares: Campos minados por bandas criminales en el el nudo de Paramillo.

Esta forma de violencia -que afecta indiscriminadamente a los civiles y está proscrita por razones humanitarias- es ya común en las zonas de cultivo y procesamiento de narcóticos, y de disputa de los neoparas con otros grupos criminales y guerrillas.

En últimas, se trata de otro de los fatales legados del conflicto; es otra forma de transformación de la violencia: aún después de su desmovilización y desarme, las formas instrumentales para ejercer la violencia propias del conflicto armado interno irregular en el que sí se vieron envueltos los paramilitares, se repiten ahora. Violencia con minas, que opera tanto con fines defensivos -de las fuerzas del Estado, que persigue los cultivos ilícitos y laboratorios de procesamiento de cocaína- como ofensivos -en las disputas con otros grupos criminales y guerrillas- en las que se victimiza a la población civil que no se pliegua a sus intereses.

Estas son las dos lógicas de la violencia transformada, que se resiste a desaparecer.

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