La palabra deshumaniza, y en muchas ocasiones se convierte en trato y órdenes inhumanas. Y puede segregar y dividir, impidiendo la reconciliación.

En declaraciones recientes, el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón afirmó que  «…aún quedan «ratas y culebras» por capturar…» haciendo referencia, presumiblemente, a los «enemigos» que persigue la fuerza pública.

El problema está en que los seres humanos no se exterminan, pues no son una plaga, como las ratas que pueden llegar a serlo. Las culebras, si bien no representan siempre un riesgo unas pocas sí: por ello casi siempre la reacción del hombre es matarlas, antes de comprobar su naturaleza.

Como atenuando sus palabras, no ordena exterminarlas, sino capturarlas. El asunto es que pocas veces se «capturan» las ratas y culebras, como lo pide el ministro a la Fuerza Pública.

El fondo de mi crítica, está en que la deshumanización a través del lenguaje es peligrosa: este tipo de afirmaciones,  escuchadas y leídas literalmente,  pueden llevar a justificar acciones de exterminio, acciones violatorias de la  moral y de los derechos de las personas.

Y no es un lapsus del Ministro: también afirmó en sus declaraciones que se podrá perdonar, pero que «no somos iguales». Así, además de deshumanizar divide.

No Ministro. Aquí no hay grupos de personas diferentes, ni mucho menos personas que sean ratas: ese lenguaje es el del odio y esa concepción del país la de la guerra civil, que estamos terminando. 

No, ministro sí somos iguales. Todos humanos.

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